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El encanto de tu zona íntima



Cerró la boca y tragó saliva. Echó la cabeza hacia atrás, apoyándola sobre la almohada, soltó mis caderas y abrazó mi cintura. Bajé mis labios hasta apoyarlos en los suyos. No lo besé, solo buscaba sentir el calor de su boca.
Ricardo subió una de sus manos hasta mi hombro y recorrió mi espalda suavemente.
- Estás sudada... ¡Estamos empapados de sudor!, dijo en voz baja, como si hablase consigo mismo.

No respondí, solo atiné a suspirar en una de sus mejillas y me recosté en su pecho.

Nos quedamos en silencio, oyendo los latidos acelerados de nuestros corazones.
- Contigo me voy a ir al infierno, me susurró dulcemente, mientras acariciaba mi oreja.
Wellcome to hell, le dije entre sonrisas, hace rato yo estoy en el... ¡Qué bueno que me acompañes! terminé de decirle con un beso en medio de su pecho e inmediatamente, me separé de su cuerpo.

Rodé, literalmente, hasta el espacio libre de la cama y me eché cual estrella de mar encima de las sábanas, aclamando por un poco más de aire fresco. La tarde estaba infernal y yo me hundía en su calor.

Estuvimos callados por unos segundos. Veía el sol y pensaba: ¿Es que no se quiere ir y dejar de apuntarme con sus rayos? o ¿Acaso, me estará juzgando con sus potentes rayos? 

De pronto, sin moverse, Ricardo me preguntó: Y tú... ¿Sabes hacer el 69? 
Me quedé pensando, con los ojos desorbitados, sin saber qué decir. Sí, respondí, con duda.

- Y si lo hacemos...
Me quedé perpleja, no por el hecho, o en todo caso por el acto. Mire de reojo su "vientre bajo" y me encontré con una selva de vellos púbicos. Pensé: Ni loca meto mi cara en eso, pero había de ser "polite"

- Ahora no, para la próxima- respondí (solo faltaba la palmadita en la espalda para que suene a consuelo)
Pero había que ser inteligentes y preguntar, por si había un "para la próxima", saber a lo que me "atenía"
- Y tú... ¿no te depilas?... ¡Ah, perdón!, ¡Los hombres no se depilan, cierto!, se cortan al ras.
-No, no, eso no va conmigo. Una vez lo hice pero jodía cuando crecía. Picaba todo.

No opiné más, su respuesta fue un claro "ni cagando me recortaré el vello púbico" y mi respuesta fue más clara todavía "ni cagando meteré mi cara en ese espacio inexplorable"

Y fue así como Ricardo, el chico con el que volví a reencontrarme después de años, el que "dejó" a su novia por mi (regresó con ella al día siguiente, después de mi indirecta choteada), el que quiso enseñarme a dejar mi miedo por las motocicletas y las armas y que me hizo comprar un gas pimienta para protegerme de los taxistas pervertidos, salió de mi vida, en el mismo momento que crucé la puerta de salida del hotel.

Felizmente, esta vez, no se vieron involucrados mis sentimientos. Pero, querido Ricardo, no fuiste difícil de olvidar. Con  lo que me costó pagar el gas pimienta que te entercaste en que me compre y la cuenta del hotel (porque justo, antes de verme, te tiraste toda tu plata y con las justas te quedaba para el pasaje en bus) 

Créeme, siempre te llevaré en mis pensamientos, como cargo el gas pimienta entre mis llaves.

1 Tu opinión me importa:

Akasha 3 de septiembre de 2012, 7:01  

MUy buena historia, saludos

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