El encanto de tu zona íntima
Cerró la boca y tragó saliva. Echó la cabeza hacia atrás, apoyándola sobre la almohada, soltó mis caderas y abrazó mi cintura. Bajé mis labios hasta apoyarlos en los suyos. No lo besé, solo buscaba sentir el calor de su boca.
Ricardo subió una de sus manos hasta mi hombro y recorrió mi espalda suavemente.
- Estás sudada... ¡Estamos empapados de sudor!, dijo en voz baja, como si hablase consigo mismo.
Ricardo subió una de sus manos hasta mi hombro y recorrió mi espalda suavemente.
- Estás sudada... ¡Estamos empapados de sudor!, dijo en voz baja, como si hablase consigo mismo.