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Did you visit Arequipa?


Hace poco estuve haciendo turismo en Arequipa, conocida como La ciudad Blanca debido a que la mayoría de construcciones como: Iglesias, calles, casas están hechas de sillar.

Reconozco que he viajado, o viajo, con cierta frecuencia porque me aburro estar en una ciudad con el cielo de panza de burro, como llama un gran profesor a Lima.

La ciudad es bella, muy bien cuidada y, sobre todo, limpia: gran diferencia con Lima.
Estuve alojada muy cerca a la plaza y por ende conocí muy de cerca el turismo que ofrecen. El clima frío en la noche y caluroso en la mañana, acompañada de una magnífica vista al volcán Misti hacen que la estadía sea agradable para todos. Si se tuviera acceso al Misti, tal vez, sería como una escena romántica salida de una película norteamericana. Sería como estar en medio de la aurora.

Entre las dichas entendí que mantener esa ciudad, como una tasita de té; cuesta. No llegué a conocer el cañón del Colca, me hubiera costado el pasaje de regreso. Pienso regresar a la ciudad dentro de algunos años, pero llegar como los ancestros: caminando.

Desde que llegué me acordé que una vez en Huaral probé, a los 15 años, el rocoto r
elleno y quise hacerlo donde mejor lo conocen.
Me dirigí a la plaza y en uno de los restaurantes del segundo piso pedí, con ansias, el plato de 18 soles. Esperé más de lo que pensaba esperar hasta que me lo trajeron, al probarlo pensé: En Huaral sabe mucho mejor.

Definitivamente la sazón no estaba ambientada para un turista con gran gusto culinario como es el peruano. Nadie nos puede engañar a la hora de sentarnos a la mesa y muchas veces, creo a la mayoría que le ha sucedido, no le da ganas de pagar la cuenta, no muy barata, al ver que su comida no fue la gloria del sabor.

En ninguno de los restaurantes que fui me dejó un gran amor a la comida arequipeña y eso que cada día cambiaba de restaurante buscando el mejor.

El recuerdo más grato que me llevo es haber conocido un volcán (desde lejitos), haber probado el queso helado, que fue lo único de lo que me arrepentí de no pedir repetición, y de no haber encontrado a nadie que me hable en quechua o aymara. Todos hablaban inglés y español. Esperaba a las mujeres con sus fastuosos trajes vendiendo queso helado o recuerditos me digan aunque sea un saludito en su lengua natal.Nadie lo hizo.

Regresaré para viajar a los lugares que no aparecen en las agencias turísticas, a los pueblitos sin sillar o ir a las fiestas tradicionales, a las que pensaba asistir y que los taxistas ignoran si se celebran ahí o no lo quieren recordar.

Definitivamente Arequipa es "otra" ciudad que se pierde entre el turismo internacional y a veces dejan de lado el orgullo de ser peruanos, de haber nacido en un volcán andino y de llevar el nombre traducido del quechua: "Si, aquí quédate".

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