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Atentado a una virgen

Salió de las clases de actualización que recibía en una universidad Se dirigía a tomar el taxi que la devolvería a su habitación con una sola cómoda, un velador y su cama; las únicas pertenencias que tenia y tendrá hasta su muerte.

Ya cerca de las ocho,en el paradero esperaba,con la timidez en sus ojos,un taxi seguro y confiable, mientras repetía sus lecciones aprendidas y sostenía con su mano derecha un pequeño rosario en forma de pulsera.

Sabía perfectamente que no era la persona común con la cual uno se encuentra a menudo en las calles, pero estaba segura pensando que muy en lo alto la estaban protegiendo.

El semáforo dio la luz roja, miró a todos lados hasta que se vio sola en una calle que poco conocía,a diferencia de la gran ciudad donde ella vivía. Aguardó unos minutos antes de estirar la mano y llamar al taxi amarillo que se acercaba por la avenida. Subió lentamente al carro acomodando sus libros y su rosario antes que su cuerpo. Respiro aliviada e indicó la partida. Se sentía cansada, aún no terminaba la semana pero necesitaba dar un respiro a la nueva vida que llevaría por dos meses en Huancavelica.

Cerró los ojos un par de minutos confiando en el robusto chofer que escuchaba cumbias en el carro, cuando sintió un abrupto giro del carro. Vio como se perdía a gran velocidad entre casitas en medio de pampas,doblaba por pequeñas calles y salía con mayor velocidad por otro barrio. Trató de no desesperarse,de no gritar,de entender que había sucedido,pero no pudo. Gritó, lloró,trató de escapar de un futuro incierto por la puerta hasta que el taxista la regresó a su lugar de una bofetada.

Lloró sin hacer esfuerzos de intentar escapar. No comprendía qué buscaban en ella. Era evidente que no tenía dinero, solo sus libros y su rosario. No conocía a nadie en esa ciudad, ni siquiera tenía un bien material que le perteneciera para dárselos a cambio de su vida. Rezó con una gran devoción buscando al menos un mensaje a lo que no entendía, pero nadie contestó.

De un jalón la adentraron a una casa de esteras y la metieron a un cuarto mugroso y húmedo. Escuchó hablar al taxista con el dueño de la casa y reírse mientras marcaban sus celulares invitando a dos chicos a una "fiestecita religiosa". Esa frase hizo que su cuerpo, nunca explorado y dedicado por completo a cuidar la vida se su Creador, se helara. Sintió desmayarse por lo que intuía.

Lloró con una almohada sucia entre su rostro para que no la oyeran y maldijo su destino,maldijo la ciudad,sus clases,maldijo su congregación y hasta llegó a maldecir su opción de vida.

Pasaron unas horas hasta que oyó el sonido de un motor de moto que se apagaba abruptamente. Entraron a la casa dos personas más. La fiesta la formaban cuatro hombres y ella era la "presa". Se reían entre todos en medio de cervezas y marihuana que traían como ofrenda.

-¿Y dónde está nuestra virgencita?

- Ahí en el cuarto.

- Y ¿qué estamos esperando?
- Espérate que se está preparando- grito uno de ellos- mientras el resto festejaba lo dicho.

Buscó salir mientras ellos se emborrachaban y drogaban, pero la habían encerrado. Pasó cerca de tres horas cuando la fueron a buscar: "Ven virgencita, haber si nos cumples nuestros milagritos” le dijeron escupiéndole la cara con asco. Apretó su rosario que lo llevaba en la muñeca y la sacaron a empujones.

La pararon en medio de la mesa mientras ellos danzaban rodeándola, escupiéndole y manoseándola, cuando ella empezaba a suplicar que la dejen libre. De un manotazo la tiraron al suelo. Entre todos la golpearon hasta quedar casi inconsciente y no sentir su cuerpo, su rostro, solamente la sangre desbordándose de su cara y sus huesos. La ultrajaron por más de dos horas turnándose entre todos y rociándole cerveza en la cara. La devolvieron al cuarto cerca del amanecer.

Durmió viendo la luz entrar a la casa y llorando por su suerte. Ya no sentía miedo, se sentía asqueada de su poca fuerza para enfrentarlos. Escuchaba a los hombres dormir en la cocina y en la sala, borrachos, drogados y extasiados.

Intentó pararse pero su cuerpo la regresó a la cama. Trató de dormir para no sentir su cara que se hinchaba pero le fue casi imposible.

Se levantaron cerca de las dos de la tarde, resaqueados y felices por su pequeña victoria. Uno de ellos abrió la puerta y le tiró una botella de agua y un pan pasado. Cuando sintió la puerta el miedo y el asco le recorrieron el cuerpo, aunque su mente trataba de calmarla. Tenía sed pero no podía ni siquiera llegar a la puerta para coger la botella de agua que le habían tirado. Cuando la alcanzó, bebió un sorbo y empezó a llorar y suplicarse calma. Esperaba que no llegara la noche en esa casa que tenían que soltarla en algún momento, viva o muerta pero libre de ellos.

La noche fue igual a la anterior,con la diferencia que trató de ya no llorar, porque su cuerpo había adquirido una rigidez ante tanta humillación que no le permitía tener ningún sentimiento de lo que veía.

Esa noche no lloró, solo pensaba en su vida. Si la soltaban nada iba a ser igual. Su congregación podría curarle las heridas pero nunca le devolvería su voto de castidad ante Dios. De todo lo malo eso era lo único que sentía tanto haber perdido, ser pura como su Virgen María que tanto adoraba.

Se despertó entre dolores y golpes cerca de las once de la mañana. Era su segundo día como rehén de unos hombres sin alma cuando escuchó que debatían entre cervezas cuál iba a ser el destino de ella. Escuchó desde su cama, inmóvil, como uno planeaba asesinarla y tirar su cuerpo a una sequía. Otro buscaba pedir dinero a su congregación. Uno decía que la liberen cerca a unas pampas muy alejadas donde moriría de hambre y cansancio. Hasta que reconoció la voz del taxista: Mejor la colocamos en un saco, claro está antes su paliza para que no se atreva a soltar nada,y en el carro la tiramos en la carretera. Si muere nunca nos vamos a enterar y si vive le convendrá no aflojar la lengua; total que yo sepa esas monjitas no tienen ni donde caerse muertas. Sellaron el pacto con un vaso más de cerveza.

Tal como lo decidió el taxista actuaron. Cerca de las diez de la noche la sacaron de su cuarto explicándole a puñetazos que si hablaba la mataban, mientras le apuntaban la pistola en la cabeza. Apretó su rosario entre cada golpiza que le daban hasta quedar casi inconciente. La Subieron al auto y la arrojaron en la carretera. Estuvo en el piso hasta que escuchó el motor del carro alejándose para probar si la voz aún le ayudaba a gritar por ayuda. Se pudo parar a pesar de la golpiza. Cojeó hasta la vereda y en la esquina de una casa se sentó. Miró su sotana rota, llena de sangre. Su cuerpo golpeado. Escupió unos dientes y los guardo en su ropa. Miró su mano que aún se aferraba a su rosario, roja de tanto dolor. Miró la calle desolada, suspiró y lloró hasta el amanecer.

A las cinco de la mañana un panadero hacía su recorrido matutino gritando para despertar a la gente y que le compren el pan recién salidito del horno cuando la vio llorando desconsoladamente. Se bajó de su bicicleta, no supo quién era hasta que le tocó el brazo y ella reaccionó alejándose y gritando. Lo miró solo pudo balbucear "ayuda por amor a nuestro Señor" antes de volver a llorar.

La llevó a la iglesia que estaba cerca, porque no sabía exactamente cómo ayudarla. El cura, que se encontraba preparándose para la misa matutina,al verlos entrar se quedó atónito. No creía tanto daño a una hija del señor. Por su hábito reconoció su congregación; pidió ayuda para curarla. Mientras ella le narraba entre sollozos la cruel brutalidad conque la habían ultrajado.

La trasladaron su casa de reposo, se mantuvo en observación cerca de un mes, mientras le curaban las cicatrices del cuerpo. Ya no lloraba, su mirada permanecía inmóvil, no quería hablar con nadie, a pesar de las suplicas de la Madre Superiora y de su familia carnal. Dentro de si pensaba, Si esos violadores me quitaron la virginidad a punta de golpes, Dios les quitará la vida a punta de mis oraciones.

*Basado en una historia real

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