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Compras IN-necesarias



A veces uno comete el error de refugiarse en las compras. Y es que nadie me puede negar que no ha caído mirando absorto una vitrina que nos ofrece cosas maravillosas, descuentos, brillo y glamour.



No solo nosotras, las mujeres, somos las que se nos apodera el fantasma de las compras. Los hombres también demuestran su ser oculto cuando invaden las tiendas en busca de nueva ropa que lucir. Pero ambos sexos debemos de admitir que somos unos empedernidos e impulsivos compradores de cosas que solo nos durarán un par de semanas en nuestro closet, nuestro cuerpo o nuestra casa, al final todo termina arrimado y escondido en un recóndito lugar de nuestra casa, esperando ser amado de nuevo.


Olvídate si has acabado una relación sentimental o has tenido un mal día. ¡Que las tiendas tiemblen! y que llore tu tarjeta de crédito porque comprarás lo que menos pienses y menos quieras. Entras a un centro comercial por un café y terminas comprando desde ropa hasta regalos para tus amigas. Imposible no comprar.


Supuestamente, según psicólogos, esto revela una falta de cariño o autoestima hacia uno mismo y crea entre nosotros una dependencia de encontrar "afecto" en un objeto.


Si es navidad y acabas de dar la noticia de que vas a recibir un dinero extra, prometes ante todos los santos que lo vas a ahorrar y terminas comprando hasta exceso de comida para la cena de navidad.


¿Y después?

Llanto y cólera. Ridículo, porque ese vestido carísimo no podrás usarlo ya que no es tu talla o no tienes ningún cóctel o matrimonio para lucirlo.


¿Y esos zapatos? Con las justas puedes con taco 5 como para pasear por toda la ciudad en un taco aguja número 9.


Para qué compraste tanta comida si vives sola, ni perro tienes para darle.


¿Extractora? si solo tomas café.


Al final todo termina pareciéndote un exceso de tu vanagloriado Shopping y de tu santa tarjeta.

 
No vas a tener dinero por un cierto tiempo y eso si es que no te tiraste también tus ahorros, porque sino te pasarás el resto de meses comiendo lechuga y tomate.

Mayormente cuando uno compra no mide la cantidad de objetos que carga como loca por toda la tienda esperando que el resto de mortales te miren con envidia salir con tus cinco bolsas y pasearte por el paradero para que la gente piense: “¡ah esta flaca se pudre en plata!” y tú, como no, feliz sonriente por fuera porque por dentro estas sacando cuentas, sumando y contando y arrepintiéndote de ti misma. Te empiezas a insultar todo el camino a casa. Llegas, te pruebas todo y al final de todo terminas sintiéndote peor que antes que ingreses a ver esas cositas maravillosas que te invitaban a pasar, probarte y llevar a casa.


 
Talvez seamos las que más compramos en todo el mundo, pero a veces no lo hacemos porque simplemente lo necesitemos sino por cubrir algo, algo de nosotras que muere cada vez que entramos a una tienda. Como nuestro dinero.

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