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No es bueno verme en las mañanas


Nos hemos perdido tanto que, ahora, nos encontramos en el mismo lugar donde fuimos tan felices. Tal vez no será la misma hora en la que una vez me dijiste, en ese mismo lugar, que me amabas y nunca me dejarías. Creo que fue eso, la hora. No es bueno verme en la mañana, generalmente paro con hambre y adormecida por no haber dormido bien la noche anterior y tú paras tan confundido entre tus pensamientos. Tal vez fue eso: la hora.

Estaba dispuesta a todo, a dejar pasar tantas cosas, a encontrarle la solución a muchos problemas que habíamos tenido y a seguir siendo felices.

Llegué veinte minutos antes de la cita para ordenar mis ideas, buscando las palabras exactas, poner esa mirada de complicidad que tanto te gusta y un echarme a la cara un  poco de alegría. No te había visto hace un mes y sentía que ya no podía estar un minuto más sin ti.

Te vi llegar doblando la esquina, con el polo que tanto odiaba y tu seriedad cortante. No es bueno que me hablen del clima en la mañana, casi nunca lo noto antes de las doce. Para mí, las mañanas, todas, absolutamente todas, saben igual si no te tomado un café al amanecer.

Lo admito, soy muy impaciente y ya no quería seguir hablando de: los amigos, del día, de las noticias. Solo me importaba saber de ti y de mí. Decirte todas las cosas que había preparado en mi mente, todas las conclusiones a las que había llegado y las esperanzas que me embargaban de nuevo. Esperaba tanto poder contártelas, rebosar de felicidad mientras te las decía y ver tu cara, tratando de entenderme, mientras hablaba más rápido de los normal,  mientras te reías de mí. Pero no fue así, nada fue así.

Mientras yo planeaba tantas ideas en mi cabeza, en segundos me las fuiste desvaneciendo. Te dije: no es bueno no vernos. A ti te vuelve frío y a mí, me llena de ilusiones todo.

No debí preguntarte cosas que no quería escuchar o al menos no debí dejar que empieces a hablar. Debí ser yo y mis tontas ideas de ser las personas más felices del mundo. Cuando hablas primero, casi siempre matas las ilusiones que llevo dentro, solo que no lo digo para que no pienses que soy una soñadora empedernida.

Pero hay algo que no planeaste bien, no debiste obligarme a quedarme a tu lado mientras acababa el día, porque aunque trataba de tragarme junto a la hamburguesa mis penas, también me tragué mi orgullo y decidí ciegamente aceptar lo que me decías.

No es bueno darme esperanzas de que aún me amas, de querer que esté a tu lado como siempre y sentir que poco a poco te estás apagando dentro de ti o que  lo percibo de esa forma. Sería más bonito seguir soñando que todo está bien, así como  me engaño cuando me despierto. Así es más saludable de ver las cosas y de esa manera, no recuerdo que te quitaste, de la mano, la pulsera que te di.

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