La vida es bella

Lejos de mi calma escribo mientras un alma enamorada susurra una canción de Serrat y una mujer bella como su túnica ojea una revista sin leerla.

Con mis pies helados y el alma en un hilo descubro mi vida a través de una canción que me la cantó la otra vez una estatua de plata. Si yo tuviera el alma de sus ojos tristes, perdidos y hermosos en su fantasía, sería feliz.

Con sus alas de ángel recorriendo callejuelas desorientadas lejos de su aura y con el corazón del color del aire seco.

Quisiera ser ella, mandar todo al diablo e irme muy lejos, tan lejos que mi sombra se perdería cantando canciones al viento, susurrándole a la naturaleza y entonando melancolías ajenas.

Si no fuera esa estatua de plata sería como la árabe. Dulce y tierna, aunque no la conozca. Feliz en su túnica, mirando caligrafías desconocidas y siendo huésped de su propia alma.

Viajar por todo el mundo eso es lo que quiero hacer. Viajar sin mirar a nadie. Ir con el viento a jugar con las hojas secas, esas que tanto me gustan, sin pensar donde ir, solamente caminar como antes, como cuando tenía 16 y no me importaba nada. Era feliz.

Vivir mientras vivo corriendo como nina es lo más delicioso. Vivir como una estatua o como una árabe cubierta por una gran túnica que oculta mis zapatillas blancas.

Acaso no es bella, mírala mientras lee con tanta calma que parece sacada de un cuento de hadas. Me mira y me sonríe. Así moriría con una sonrisa de ella, delatando en su oculto rostro su gran felicidad. La vida no puede ser más bella.