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Octubres milagrosos

La procesión se lleva dentro. Dentro del sudor, la algarabía y la devoción. Es 18 de octubre, hoy saldrá el Señor de los Milagros a recorrer las calles limeñas, como lo hace desde décadas atrás. Hoy es el día principal y la devoción es símbolo de todas las personas que se han despertado temprano para emigrar hasta el centro de Lima y acompañarlo. El presidente sale al balcón esperar la imagen.

Dice la gente:

- Dicen que va a cargar el anda.
-Miren, ahí está su hijo. Pobrecito, lo habrán despertado tempranito.
- Por lo menos se ha puesto el hábito morado.
- No, se lo habrán dado los hermanos.
-Va a salir, va a bajar. No te dije, va a cargar la imagen.
-Pero es grandazo, miren como se tambalea la imagen. Pobrecito tan grandote que es, pobres hermanos.
- Pobre Señor dirás, ahorita se cae.
- ¡Miren, ahí está Castañeda!
- Ahora le roba el día al Presidente.
- La gente lo quiere más a èl. ¿Con quiénes está?
- Creo que con su esposa.
- Asu pero mírales las caras todos serios, si pues ahí están los pitucos del balcón.

La imagen se abre paso entre la multitud y se acerca a paso lento entre la gente que lo aclama, que le llora y que lo espera. Avanza y llega a la Municipalidad de Lima, a pocos metros del Palacio de Justicia, donde el presidente Alan García se ha quedado observándolo.

- Hay mira más tacaños, ni siquiera han comprado flores para el Señor.
- Con tanta plata que tienen deberían de tirar billetes.
- Esos que van a tirar si ni le tiran pétalos al Señor. Mira con las justas se pasan una canastita y eso que segurito un hermano les ha alcanzado la canasta.
- ¿No irá a cargar la imagen?
- No, que lo va a hacer está muy viejo.
- ¡Ahí esta el rompe pistas!
- Si Alan va a tener su tren y el quiere seguir rompiendo pistas.
-Hay buen medico era. Me acuerdo cuando lo era, buen medico.
- Si, era muy bueno.
- Si, hasta que se metió a la política.
- Y su papá que buena gente era.
- Si, es igualito a su papá.
- La gente lo quiere más que a Alan.
- Los medios dicen que se lanza a la presidencia.
- Si es así yo lo apoyo.
- Si, la gente lo quiere más.



Ha terminado la misa celebrada por el cardenal Cipriani en honor al Señor de Los Milagros. La procesión ha dejado la plaza mayor y se dirige por el jirón Junín a realizar el recorrido tradicional.

1:00 PM

Policías: Señores no se empujen, no se empujen.
-¡Señor, mi brazo!
-¡No te sueltes hijo, no te sueltes!- Le dice una madre a su pequeño niño.
-¡Mamaaaa...!. Sollozos.
-¡No llores! no te sueltes, a pasó no te asustes.
-Señora déle agua.
-No puede tomar, la gente lo está aplastando.
-¡Dios! ¡dejen de empujarse!
Policías: Señores no todos van a entrar no ven que las calles son muy angostas.
Hermano: Arreglen esa soga. Todos a la derecha.
-¡Mi brazoo!
-¡Dejen de empujar atrás!

2:00 PM

-¡Hay Señor de los milagros! ¡Hay Señor de los Milagros me están pisando mis piecitos!
-¡Hay Señor, me están haciendo papilla!
-Oye oye, deja de empujar.
De pronto una señora apoyada a la pared empuja fuertemente a unos feligreses.
-Oye idiota, ¿a mi me vas a empujar?¡no seas imbecil!
-¡Oigan respeten la procesión!
-Mira estúpida, no seas ignorante a la próxima no traigas niños. Para eso los traes para arrimarte a la vereda con ellos.
-Cojuda, si te veo en la calle ni la cuentes.
-¿A mi me empujas y luego me amenazas? ¡Ignorante!

2:30 PM

-¿Qué le pasa señor?¡ Deje de abrazarme!
-Qué tiene señora, no ve que todos estamos apretados.
-Y por eso me abraza, una señora como yo... ¿a mis 57 años me va a venir a abrazar?
-¡Que no la estoy abrazado!
-Ya ya, aléjese que no lo quiero cerca

3:00 PM



-Que asco, este señor está borracho. Acaso no hueles. Apesta a alcohol así viene a ver al Señor.



En medio del tumulto realizan uno de los tantos homenajes en una esquina de la calle. Se oye la una canción de fondo. Un moreno se para derecho. Mira la imagen, suspira coge sus cosas a la altura de su pecho y canta a viva voz una plegaría. Unos lo observan, otros voltean a verlo. Todos cantan con él. Ya nadie llora, solo cantan.



Una señora de edad muy avanzada observa la procesión que se acerca cada vez más a su casa. Ella, en su balcón, tira pétalos de rosas mientras sus nietas le toman fotos con una cámara digital. Otros tiran pica, papeles de seda de color morado. Nadie llora, solo rezan y lo observan pasar en medio de la multitud, del olor a sudor, porque en la procesión se une el ladrón, el negro, el pobre, el cholo, el enfermo, joven y viejo y todos lo aclamaban bajo una lluvia de hedor y calor humano exclamando una vez más, un año más sus penas y dolores a un señor que camina a paso de anciano obligado a recorrer las calles.


Ya nadie le llora. Su imagen se inmoló de dolor. En sus pequeños pies lleva el pesar de un pueblo, en su cuerpo el oro de la paz y en su rostro el gran amor de un pueblo que ahora lo ve no como un santo sino como un pacificador de almas y razas.

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