Pálpito al hueso

Hubieses venido hoy, sino tuvieses la fiesta. Hubieses venido esta noche, no había nadie y todos iban a venir mañana temprano. Hubieses venido. Tenía miedo de viajar. De viajar o de que me permitan viajar. Tenía miedo de no viajar y querer quedarme a dormir contigo. ¿Sería bonito, no? dormir contigo.

Dormir sin mirar el reloj, solo por una vez.

Abrazaste mi vientre que me quedé pasmada, sin saber qué hacer. Paradita mientras lo hacías con tanto cariño que no sabía cómo reaccionar. No hice nada más que sonreír y reírme para disimular. No sé si lo notaste, pero cuando te acercas a mí, mi cuerpo tiembla. Pensé que con el tiempo, con los años, todo se iba a calmar, pero cada músculo reacciona como un pálpito al hueso, cuando me abrazas. Cuando te veo. Cada vez que te enrollas y te prendes a mí, dejándome sin aliento.

Sebastián cerró la puerta despacito y sin querer queriendo me detuvo cerquita a su cuerpo, sujetándome lentamente a su pecho. Esta vez no me besó, fui yo, que al verlo tan cerquita no tuve más opción que acercarme a sus labios, lentamente. Hundirme en un beso, suave, deseado. Por el que esperé mis días y mis lágrimas. Ese beso que quise darte a diario.

No quiero dejar de quererte. Eso está claro, no logro hacerlo. Claro está, si tú me dices cómo hacerlo, puede ser que lo intente, pero no creo que ni tú desees eso.

También me quiero quedar a ver como oscurece el día junto a ti. Con tu pierna encima de mis muslos, abrazándome suavemente y yo jugando a recorrer con mis dedos tus labios, tus ojos, tu rostro. Recorrer tu pecho desnudo y quererte hasta el amanecer.

Por qué no podemos quedarnos así, como un cuadro. Como un retrato en la pared, interminable e infinito.

Te extrañaré cuando te vayas (sonó a canción de Gianmarco) y tal vez me extrañes cuando ya no esté (créditos a Gianmarco)