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Carta a mi otro yo

Mi otro yo no es más que un alma vigente.

Tiene miedo de todo y duda sin cesar. Se esconde en la esquina del baño para llorar en silencio, sin testigos y con las manos sobre en el rostro.

Le gusta caminar con el sol en la cara y el pelo suelto, peleándose con el aire y viendo las ondas de su cabello bailar en su cabeza, como una gran fiesta. Casi nunca lleva el mp4 puesto. Las canciones que escucha no las pasan en la radio, sino que se reproducen cada vez que tararea una letra olvidada.

Pinta las veces que está triste, con un cigarro en la boca y hablándole incoherencias al retrato y con las mismas acuarelas que cuando tenía ocho años.

De vez en cuando se acuerda que tiene una mejor amiga que nunca está cuando la necesita de veras, pero que la recuerda cada vez que se ríe. De vez en cuando llama a su prima Mariela, sobre todo, las veces que preferiría tener siete años y seguir viviendo juntas, jugando en el jardín de la casa a construir ollitas de barro para cocinar tallarines e inventar colonias hechas de rosas.

Improvisa historias cuando no quiere hablar y sueña con algún día leer las mentes. Ama los vestidos, pero no tiene ninguno en su closet. Tiene los ojos pícaros, pero la mirada triste. Se cree heroína cuando ayuda a alguien. Le gusta leer novelas que fantasean con el amor eterno y jura que algún día encontrará un hada madrina que la ayudará a resolver sus problemas o que congelará el tiempo para rectificar las cosas.

Mi otro yo aún le huye al amor, piensa que no habrá nadie que la quiera antes que termine de esperar a alguien que no sabe si llegará o que no sabe que lo espera.

Mi otro yo perdona a su hermano cuando se escapa de casa, sin decir nada, porque ella aún lo hace, desde que tenía trece años. Le gusta leer cuentos y jugar con las muñecas acompañada de hermana menor y reírse de lo que idean con la plastilina.

Mi otro yo se pierde cada vez que aparezco, cada vez que robo de su mundo los colores que tanto le gustan. Emerjo de ella cuando siento las ganas de que me acompañe a caminar por la vereda sin hablar. Cuando quiero que esté tan quietita y que pueda escribir para ella.

2 Tu opinión me importa:

Anónimo 2 de marzo de 2010, 8:35  

Ese no es tu otro yo, esa eres tu :)

Glennys 2 de marzo de 2010, 14:02  

Ese es mi otro yo, el que se oculta cuando ya no quiere seguir pensando, pensando y teniendo miedo de todo.

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